¿Sorprendente título verdad? El otro día me encontré en Facebook una entrada de "Yo me voy con Alejandro" que apuntaba a un video-reportaje de Cuatro titulado "Motoristas Suicidas". Los testimonios de la gente de Montanejos, Valencia, nos cuentan que viven aterrorizados por los motoristas. Ayer domingo vi un reportaje primo hermano en La 1, en el programa España Directo "Miedo a las Carreras". Este se centra en el pueblo de Alcublas, también en Valencia. En él incluso aparece el testimonio de un rústico pastor que asegura que "las borregas se esbarran y se van pero locas..." Curiosamente ambos se ilustran con imágenes de motos circulando de forma totalmente normal, por una carretera peligrosa y con los guardarrailes sin SPM instalados. Pero de eso... ¡Chitón!
Es bien posible que en los lugares a que se refieren los reportajes tengan problemas de tráfico el fin de semana, por tener una carretera de un trazado singular y bonitos paisajes. Por supuesto, tendrán problemas con conductores circulando a velocidad excesiva, y no sólo motoristas, con conductores borrachos, con los que hablan por el móvil, y con esos que se empeñan en no ponerse el cinturón de seguridad o el casco, etc. ¡Como en todas partes! Pero lo que dicen en esos reportajes mentirosos no es esto. Dicen que hay dos pueblos en Valencia en que la gente vive aterrorizada por los motoristas y por las "carreras". No es de extrañar puesto que según dos de los entrevistados los motoristas van poco menos que tirándose debajo de los coches ¡Para fastidiar! Supongo.
En ninguno de los dos reportajes aparece la opinión contraria de ningún motero. ¿Los moteros no tenemos derecho a hablar? ¿Acaso no tenemos derecho a circular por la carretera? ¿Como grupo no tenemos derecho a la buena fama? ¿Estamos demasiado ocupados sembrando el terror entre las gentes rústicas para detener nuestras máquinas de la destrucción y opinar? ¿Todos los moteros circulamos siempre a velocidad excesiva, haciendo locuras y somos unos suicidas? Estas afirmaciones son tan ciertas como que todos los periodistas son unos mentirosos.
Partamos de la base de que todos hemos cometido alguna imprudencia al volante alguna vez. Una persona que nunca haya tenido contacto con el ambiente motero puede llegar a creerse estas informaciones sesgadas y pensar que los moteros son la reencarnación de Atila y sus hunos. Para los que pertenecen o conocen este ambiente serán simplemente ridículas. Los moteros somos personas, como cualquier otra, pero a los que nos gusta viajar en moto. Disfrutamos de cada kilómetro que realizamos y generalmente respetamos las normas de circulación. ¡Nos va la vida en ello, más que a los que viajan en coche! En general somos muy solidarios, entre nosotros y con los demás; la inmensa mayoría de los moteros se saludan cuando se cruzan en la carretera. Aparte de esto, no es nada raro hablar con un motero al que no conoces de nada en una gasolinera cuando lo único que te une a él son las motos y haber coincidido al echar gasolina. Tampoco es extraño el que se pone a hablar con el compañero que para a su lado en un semáforo y mucho menos si se tiene la misma moto que él. Por no hablar de una avería... Si se ve a otro motero averiado se para inmediatamente, se le pregunta si necesita ayuda y si está en la mano de uno se le proporciona. La inmensa mayoría de los moteros se comporta así la inmensa mayoría del tiempo.
Que una cadena como Cuatro se califique de demonios a un colectivo como el motero resulta ofensivo, pero lo que es sangrante es que se haga en La 1, que es una cadena que se sufraga íntegramente con nuestros impuestos, también los de los moteros. ¿Qué se puede hacer? Yo voy a reclamar. Aparte de escribir esta entrada en mi blog que, seamos sinceros, no va a leer ni mi madre, voy a escribir a los señores de Cuatro (internet@cuatro.com) y a la Defensora del Espectador de RTVE. Y voy a tratar de hacerme oír en todos los foros a mi alcance: Facebook, los foros de motos que frecuento, tratar de involucrar a las asociaciones moteras a las que pertenezco... Digo lo mismo que la Mafalda del genial Quino "desde su humilde sillita": Señores periodistas de Cuatro y especialmente señores periodistas de La 1, desde mi humilde bloguito les exijo que pidan perdón por haber atacado al colectivo motero y rectifiquen, puntualicen su información y dejen hablar a todos. Cuenten la verdad.
Bienvenido a Collagium. Un espacio donde se muestran de forma desordenada pequeños instantes congelados de una vida, pensamientos, reflexiones, proyectos... Todo lo que un día tras otro me interesa y conforma pedazo a pedazo mi existencia.
lunes, 4 de octubre de 2010
viernes, 1 de octubre de 2010
Julieta cumple 20000
Julieta es pequeña, pulida, suave; tan dura por fuera, que se diría toda de plástico y con chasis de acero. Sólo los espejos de azabache de sus retrovisores son frágiles cual dos escarabajos de cristal reflectante.
Permitidme que me tome la licencia de empezar esta entrada así. ¡Ya le gustaría a mi prosa compararse con la de Juan Ramón Jiménez! Valga esta copia rectificada para ilustrar que la ternura que siente un motero por su montura es similar a la de Juan Ramón por Platero.
El caso es que Julieta, mi Honda Deauville negra del 2008, ya no es tan pequeña: Ha cumplido 20000km. Puede parecer que no son demasiados kilómetros, la estrené en noviembre de 2008, pero sí han sido muchas vivencias: Ruta de los Penitentes, Ruta de los Puertos Míticos, Reunión libre de Estrella de Javalambre; Viajes en pareja a Gredos y Cuenca y muchas noches de viernes a cenar a El Pardo; muchas salidas de sábado o domingo y sobre todo muchos trayectos diarios al trabajo. Sobre Julieta he pasado calor, frío, miedo, he soportado las inclemencias del tiempo: nieve, lluvia...
Recuerdo el día en que Madrid se quedó colapsado por una nevada colosal: Fue el viernes 9 de enero de 2009. Julieta y yo salimos de casa sobre las 7:30, como todos los días y recorrimos los 11km que le separan de mi trabajo, cerca del aeropuerto. Entonces nada hacía suponer lo que pasaría después. Cuando entrabamos al garaje del edificio, antes de las 8 de la mañana, comenzaban a caer los primeros copos. Pocas horas después, Madrid quedaba sepultado debajo de un manto blanco. Los autobuses y los coches privados no podían moverse prácticamente y el metro estaba completamente colapsado por madrileños que trataban de llegar de un sitio a otro. La gente nos quedamos atrapados allí donde estábamos, en sus casas, en el trabajo... Cuando llegó la hora de salir lo más prudente hubiera sido dejar la moto tranquilamente aparcada en el garaje y volver a casa en metro, pero... ¿Quién opta por lo más prudente? Además la semana siguiente la había cogido de vacaciones y no me seducía en absoluto la idea de abandonar la moto en el garaje del trabajo a la vista de cualquiera y sin posibilidad de candarla a una columna. Ni corto ni perezoso me dispuse a roturar la nieve con los neumáticos.
Leí en un foro que a modo de cadenas, lo mejor era poner bridas a las ruedas y como siempre llevo casi de todo en las maletas, las llené de bridas. Lo más duro fue subir por la empinadísima rampa de salida del garaje, que estaba helada y poco transitada. Una vez en la calle me encontré que los escasos 50 metros que me separaban de la calle principal, por donde ya habían pasado quitanieves, estaban cubiertos de nieve por la que nadie había transitado. Me detuve y pensé ¡Estoy loco! Nadie ha salido por aquí ni siquiera en coche y yo voy a hacerlo con una moto de carretera con los neumáticos llenos de bridas. En estas ocasiones me suele venir a la cabeza la frase que tanto decía mi extraordinario abuelo Perlín y que mi madre tanto me ha repetido: "De los cobardes nunca se dijo nada". Recuerdo con horror el haber patinado en al menos dos ocasiones con la rueda delantera que horadaba la nieve virgen dejando un surco de unos 10 cm de profundidad.
El resto del trayecto, desde la calle principal, lo realicé muy despacio, en marchas largas y siempre por el arcén con las luces de emergencia encendidas y transcurrió sin mayores incidentes. De nuevo Julieta se las ingeniaba para llevarme sano y salvo hasta casa.
He vivido otras muchas experiencias maravillosas a lomos de esta máquina y me quedan muchas más esperándome a cada nuevo kilómetro que recorreré pero creo que lo que no volveré a repetir es abrirme camino por nieve virgen.
Permitidme que me tome la licencia de empezar esta entrada así. ¡Ya le gustaría a mi prosa compararse con la de Juan Ramón Jiménez! Valga esta copia rectificada para ilustrar que la ternura que siente un motero por su montura es similar a la de Juan Ramón por Platero.
El caso es que Julieta, mi Honda Deauville negra del 2008, ya no es tan pequeña: Ha cumplido 20000km. Puede parecer que no son demasiados kilómetros, la estrené en noviembre de 2008, pero sí han sido muchas vivencias: Ruta de los Penitentes, Ruta de los Puertos Míticos, Reunión libre de Estrella de Javalambre; Viajes en pareja a Gredos y Cuenca y muchas noches de viernes a cenar a El Pardo; muchas salidas de sábado o domingo y sobre todo muchos trayectos diarios al trabajo. Sobre Julieta he pasado calor, frío, miedo, he soportado las inclemencias del tiempo: nieve, lluvia...
Primeros 20000km de Julieta |
Leí en un foro que a modo de cadenas, lo mejor era poner bridas a las ruedas y como siempre llevo casi de todo en las maletas, las llené de bridas. Lo más duro fue subir por la empinadísima rampa de salida del garaje, que estaba helada y poco transitada. Una vez en la calle me encontré que los escasos 50 metros que me separaban de la calle principal, por donde ya habían pasado quitanieves, estaban cubiertos de nieve por la que nadie había transitado. Me detuve y pensé ¡Estoy loco! Nadie ha salido por aquí ni siquiera en coche y yo voy a hacerlo con una moto de carretera con los neumáticos llenos de bridas. En estas ocasiones me suele venir a la cabeza la frase que tanto decía mi extraordinario abuelo Perlín y que mi madre tanto me ha repetido: "De los cobardes nunca se dijo nada". Recuerdo con horror el haber patinado en al menos dos ocasiones con la rueda delantera que horadaba la nieve virgen dejando un surco de unos 10 cm de profundidad.
El resto del trayecto, desde la calle principal, lo realicé muy despacio, en marchas largas y siempre por el arcén con las luces de emergencia encendidas y transcurrió sin mayores incidentes. De nuevo Julieta se las ingeniaba para llevarme sano y salvo hasta casa.
He vivido otras muchas experiencias maravillosas a lomos de esta máquina y me quedan muchas más esperándome a cada nuevo kilómetro que recorreré pero creo que lo que no volveré a repetir es abrirme camino por nieve virgen.
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