Permitidme que me tome la licencia de empezar esta entrada así. ¡Ya le gustaría a mi prosa compararse con la de Juan Ramón Jiménez! Valga esta copia rectificada para ilustrar que la ternura que siente un motero por su montura es similar a la de Juan Ramón por Platero.
El caso es que Julieta, mi Honda Deauville negra del 2008, ya no es tan pequeña: Ha cumplido 20000km. Puede parecer que no son demasiados kilómetros, la estrené en noviembre de 2008, pero sí han sido muchas vivencias: Ruta de los Penitentes, Ruta de los Puertos Míticos, Reunión libre de Estrella de Javalambre; Viajes en pareja a Gredos y Cuenca y muchas noches de viernes a cenar a El Pardo; muchas salidas de sábado o domingo y sobre todo muchos trayectos diarios al trabajo. Sobre Julieta he pasado calor, frío, miedo, he soportado las inclemencias del tiempo: nieve, lluvia...
Primeros 20000km de Julieta |
Leí en un foro que a modo de cadenas, lo mejor era poner bridas a las ruedas y como siempre llevo casi de todo en las maletas, las llené de bridas. Lo más duro fue subir por la empinadísima rampa de salida del garaje, que estaba helada y poco transitada. Una vez en la calle me encontré que los escasos 50 metros que me separaban de la calle principal, por donde ya habían pasado quitanieves, estaban cubiertos de nieve por la que nadie había transitado. Me detuve y pensé ¡Estoy loco! Nadie ha salido por aquí ni siquiera en coche y yo voy a hacerlo con una moto de carretera con los neumáticos llenos de bridas. En estas ocasiones me suele venir a la cabeza la frase que tanto decía mi extraordinario abuelo Perlín y que mi madre tanto me ha repetido: "De los cobardes nunca se dijo nada". Recuerdo con horror el haber patinado en al menos dos ocasiones con la rueda delantera que horadaba la nieve virgen dejando un surco de unos 10 cm de profundidad.
El resto del trayecto, desde la calle principal, lo realicé muy despacio, en marchas largas y siempre por el arcén con las luces de emergencia encendidas y transcurrió sin mayores incidentes. De nuevo Julieta se las ingeniaba para llevarme sano y salvo hasta casa.
He vivido otras muchas experiencias maravillosas a lomos de esta máquina y me quedan muchas más esperándome a cada nuevo kilómetro que recorreré pero creo que lo que no volveré a repetir es abrirme camino por nieve virgen.
muy buena esta entrada, la verdad es que se llegan a vivir verdaderas experiencias a lomos de una deaville, yo viví una anoche que algun dia contaré, por que aun no me lllega la camisa al cuello.
ResponderEliminarpasate por mi blog y si quieres y me das permiso compartimos enlaces, (de blog motero)poniendo yo el tuyo y tu el mio; http://doctodragon.blogspot.com/
Troya (Vespa 160 del '66) jamás se atrevería a una aventura similar!
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